La forma en que navegamos por las redes fomenta un pensamiento superficial
Nicholas Carr, uno de los autores más críticos sobre el efecto de Internet en nuestra mente, plantea en una entrevista reciente en el diario español El País, que cuando nos conectamos “intercambiamos profundidad por amplitud, contemplación por estimulación”, creando desbalances y sesgos en la información que procesamos, con repercusiones individuales y colectivas importantes.
Recordemos que las redes sociales fueron creadas para conversaciones superficiales, sin embargo, hoy, por una mezcla de “pereza personal y manipulación empresarial”, se han convertido en el espacio para el debate público de todos los temas, sustanciales o banales. Políticos, agencias publicitarias (incluyendo las redes), y cualquier grupo interesado en promover su agenda particular, aprovechan este diseño para exaltar “la emoción sobre la razón y el pensamiento grupal por encima del crítico” (de nuevo Carr). Así, las redes actualmente son un fecundo (y barato) medio de propaganda y desinformación.
Las tecnologías no tienen vuelta atrás en la sociedad, y sin duda han demostrado su enorme potencial, pero es fundamental entender a qué nos enfrentamos, para orientar el uso adecuado de estas poderosas herramientas. La gente más joven es especialmente vulnerable pues aún no ha terminado de desarrollar su pensamiento crítico y las herramientas de la lógica para discernir. Incluso la población adulta debe ser guiada hacia un uso de las tecnologías que estimule la construcción de conocimiento y disminuya el riesgo de manipulación.